Es
necesario cada vez más, darle la importancia a la Educación para la sexualidad,
porque es un término que pasó de referirse exclusivamente a lo genital a
abarcar todas las dimensiones del ser humano (biológico, espiritual, afectivo, axiológico, social,
entre otros).
La
educación sexual no se limita a la
información sobre los cambios físicos que vive el joven, a los métodos
anticonceptivos que existen, ni a la adolescencia. Debe comenzar desde el nacimiento porque
todas las personas son sexuadas desde que venimos al mundo. Frente a los niños, los adultos tenemos la gran
responsabilidad de promover una actitud sana, sensata y respetuosa frente al
cuerpo y la desnudez. Así mismo, es
tarea del adulto hacer compatibles los valores y principios reinantes en el
hogar con el manejo de la sexualidad, la cual, bien entendida y asumida, deja
de lado tabúes, prejuicios y actitudes extremas como el abuso del cuerpo a
través del sexo indiscriminado o el maltrato sexual hacia otros.
El
diálogo sobre sexualidad debe iniciarse con los niños desde los primeros años,
aunque nunca es tarde para empezar. El
sentido y las posiciones que los padres asuman como educadores son definitivos,
pues influyen de manera considerable en los comportamientos sexuales
presentes y futuros de sus hijos.
Siempre teniendo presente que la Sexualidad se refiere al cuerpo, pero también
a los valores, las habilidades sociales, comunicativas y a las competencias
ciudadanas.